Medio ambiente y corrupcion en America Latina y el Caribe

111 Ana Paredes Marín 1. el fortalecimiento del nivel local de gobierno 2. la participación de los sectores públicos y privados 3. la transparencia de la información que permita el conocimiento 4. la evaluación de los procesos que se llevan adelante Incorporar la perspectiva del riesgo en todos los ámbitos gubernamentales y de la sociedad lleva a fomentar la protección frente al riesgo, y a generar diversas modalidades de cooperación entre los actores públicos y privados involucrados. 2. Vulnerabilidad, corrupción en desastres y emergencias La América Latina es una de las regiones más urbanizadas del mundo, más del 75% de la población habita en espacios urbanos de diversos tamaños. En esta región, 111 millones de personas viven en asentamientos informales altamente vulnerables a desastres. Esta vulnerabilidad se expresa en términos de la debilidad de los esquemas de respuestas, dificultades en la rehabilitación y reconstrucción, tanto en países más o menos avanzados. Sus principales megaciudades son Ciudad del México, Sao Paulo, Buenos Aires y Río de Janeiro, que albergan más de 10 millones de personas; en tanto ciudades como Lima, Bogotá, Santiago de Chile y Belo Horizonte tienen una población de entre 5 y 10 millones de personas. En estos sitios los procesos de urbanización comenzaron repentinamente a partir de las décadas de 1950-1990 causando degradación ambiental y aumentando la desigualdad social. Esta desigualdad es evidente por la gran disparidad en cuanto a ingresos, desempleo y trabajo informal, junto a la brecha educativa, la debilidad de los sistemas de seguridad social y el aumento de familias numerosas en la población pobre (Watanabe, 2015; Lavell, 1999). En este escenario debemos percibir también que El Caribe es una de las regiones del mundo más propensas a desastres. A diferencia de Centroamérica y América del Sur, e incluso de otros grupos de pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), las islas del Caribe son vulnerables al cambio climático y a los fenómenos meteorológicos extremos (Bello & Meira, 2020). Esta gran exposición y vulnerabilidad a los peligros naturales han tenido enormes costos en términos de vidas

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