164 Conclusiones y recomendaciones que esto se materialice plenamente, es necesario promover la noción de interdependencia entre la Naturaleza y la sociedad, para poder llevar a cabo acciones en favor de la preservación y el uso sostenible de los elementos naturales como manifestación de auténtico bienestar colectivo. A nivel internacional, es necesario tener en cuenta las diferentes realidades e intereses que surgen en un mundo asimétrico y complejo, donde el fenómeno de la corrupción se ha convertido en una herramienta subliminal de los acuerdos internacionales. Así, el precedente exige una relación virtuosa entre el derecho interno de los pueblos y naciones y el ámbito internacional bajo el amparo de la transparencia de la rendición de cuentas para garantizar el acceso y la búsqueda de la justicia socioambiental. Pragmáticamente, es la aplicación del Bloque de Convencionalidad asegurar no solo la homologación entre los instrumentos internacionales y la legislación local, sino también la internalización de criterios y jurisprudencia para dar dinamismo a la legislación y, así, poder establecer estrategias favorables a la sostenibilidad a partir de la lucha contra la corrupción y el cambio climático. Estos son, por ejemplo, los elementos que hacen del Acuerdo de Escazú una agenda de urgente importancia en nuestro continente, además de explicar, por otro lado, la lentitud de los Estados para implementarlo de manera efectiva. Como podemos ver en los capítulos de Gobernanza Climática y Gobernanza Ambiental, así como de Cambio Climático y la Relación Global Norte-Sur, la problemática del cambio climático invoca directamente el principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas, lo que abre la puerta a la planificación de una agenda internacional en la que los países del norte global deben asumir un compromiso con los Estados que son víctimas de las asimetrías del sistema (sur global) a la luz de la justicia, reparaciones y cooperación internacional para mitigar e interrumpir las injusticias socioambientales. Sin embargo, la realidad del mundo es mucho más compleja y sus desafíos no pueden resolverse solo a través de la retórica diplomática y las disposiciones legales cuyo cumplimiento descansa en la voluntad de los Estados y las corporaciones, prueba de ello es observar cómo, aún hoy, los conflictos armados se explican por la explotación de los recursos naturales y el suministro de energía. Este hecho llama a una profunda reflexión sobre cómo los actores internacionales presumen actuar en congruencia con "no volver a repetir nunca más acciones que pongan en riesgo a la humanidad".
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